Ya van para cinco ediciones que un grupo de impresentables nos juntamos para perder una tarde jugando al pádel.
Si tenemos que ponerle un nombre a esta edición, podemos llamarla "El Maratón de los Lisiados": los hermanos Yagüe arrastraban molestias, Miki con su hombro y Pedro con la rodilla, Javier venía resfriado, Álvaro con un tobillo maltrecho y Jesús había pasado una mala noche provocada por una indigestión de bogavante (si hay que indigestarse, que sea a lo grande). Víctor y José Carlos "sufren" su tabaquismo, pero a estas alturas va a ser difícil convencerles de que lo dejen. Sólo Alberto se encontraba en plenitud física y moral para afrontar la dura tarea que él y Víctor tenían por delante: revalidar el título (y el brazalete) de campeones.
Esta edición no se caracterizará por el juego, cercano al infrapádel en algunos partidos, aunque al menos todas las parejas se igualaron por abajo y esto permitió ver partidos de gran igualdad y padelaccio a tope. Un dato habla a las claras de esta tendencia: los subcampeones, José Carlos y Jesús, ganaron sus seis partidos por una diferencia menor o igual a tres puntos, logrando sus victorias con casta, marrullería y sufrimiento a partes iguales.
Los primeros compases auguraban una nueva victoria de una pareja clásica: el Rucopama (Álvaro y Miki), que se sobrepusieron a una derrota inicial contra José Carlos y Jesús (Sufridores Team) para encadenar cinco victorias consecutivas que les ponían el trofeo a tiro. Sin embargo, un desplome físico y moral en los últimos encuentros les relegó a la tercera plaza.
Otra pareja clásica fue la formada por Pedro y Javier, los Hermanísimos. Se les presumía como candidatos a la victoria, pero no lograron encadenar una racha de victorias, perdiendo por la mínima varios partidos (ellos dirán que injustamente). La igualdad provocó que tuvieran varias veces la oportunidad de engancharse a la lucha por la primera plaza, pero fallaron en los momentos clave y se tuvieron que consolar con el farolillo rojo.
Los campeones del IV Maratón empezaron con fuerza, ganando fácil a los Hermanísimos, pero en esta ocasión no mostraron la abrumadora superioridad que exhibieron en Alcalá. Aun así jugaron con regularidad y solidez cuando hacía falta y en el partido final de desempate barrieron de la pista a los subcampeones José Carlos y Jesús.
La votación por el mejor jugador (y el cojonudísimo trofeo) deparó un empate entre Jesús y Víctor que se inclinó por el primero en la segunda vuelta. Para ellos y el resto de participantes quedaron los respectivos trofeos y las camisetas conmemorativas, en otro ejemplo que demuestra la falta de ideas que atraviesa la Organización.
El balance de este Maratón es positivo. El domingo amaneció soleado y ligeramente bochornoso, la lluvia apenas inquietó durante unos minutos a esos de las seis de la tarde y sólo el viento al final deslució un poco el ¿espectáculo? El juego no fue para tirar cohetes pero se vieron grandes puntos, muchas carreras, mucho sudor, muchas maldiciones y muchos rebozados por la pista. Al final, (casi) todos los participantes disfrutaron de una animada charla en el Jantoki bar, con cervezas, sangrías de verano, coca-colas e inexistentes Bio Solanes, demostrando que a esto de los maratones aún le queda mucha vida, aunque cada vez haya menos espacio para poner los trofeos.
Si tenemos que ponerle un nombre a esta edición, podemos llamarla "El Maratón de los Lisiados": los hermanos Yagüe arrastraban molestias, Miki con su hombro y Pedro con la rodilla, Javier venía resfriado, Álvaro con un tobillo maltrecho y Jesús había pasado una mala noche provocada por una indigestión de bogavante (si hay que indigestarse, que sea a lo grande). Víctor y José Carlos "sufren" su tabaquismo, pero a estas alturas va a ser difícil convencerles de que lo dejen. Sólo Alberto se encontraba en plenitud física y moral para afrontar la dura tarea que él y Víctor tenían por delante: revalidar el título (y el brazalete) de campeones.
Esta edición no se caracterizará por el juego, cercano al infrapádel en algunos partidos, aunque al menos todas las parejas se igualaron por abajo y esto permitió ver partidos de gran igualdad y padelaccio a tope. Un dato habla a las claras de esta tendencia: los subcampeones, José Carlos y Jesús, ganaron sus seis partidos por una diferencia menor o igual a tres puntos, logrando sus victorias con casta, marrullería y sufrimiento a partes iguales.
Los primeros compases auguraban una nueva victoria de una pareja clásica: el Rucopama (Álvaro y Miki), que se sobrepusieron a una derrota inicial contra José Carlos y Jesús (Sufridores Team) para encadenar cinco victorias consecutivas que les ponían el trofeo a tiro. Sin embargo, un desplome físico y moral en los últimos encuentros les relegó a la tercera plaza.
Otra pareja clásica fue la formada por Pedro y Javier, los Hermanísimos. Se les presumía como candidatos a la victoria, pero no lograron encadenar una racha de victorias, perdiendo por la mínima varios partidos (ellos dirán que injustamente). La igualdad provocó que tuvieran varias veces la oportunidad de engancharse a la lucha por la primera plaza, pero fallaron en los momentos clave y se tuvieron que consolar con el farolillo rojo.
Los campeones del IV Maratón empezaron con fuerza, ganando fácil a los Hermanísimos, pero en esta ocasión no mostraron la abrumadora superioridad que exhibieron en Alcalá. Aun así jugaron con regularidad y solidez cuando hacía falta y en el partido final de desempate barrieron de la pista a los subcampeones José Carlos y Jesús.
La votación por el mejor jugador (y el cojonudísimo trofeo) deparó un empate entre Jesús y Víctor que se inclinó por el primero en la segunda vuelta. Para ellos y el resto de participantes quedaron los respectivos trofeos y las camisetas conmemorativas, en otro ejemplo que demuestra la falta de ideas que atraviesa la Organización.
El balance de este Maratón es positivo. El domingo amaneció soleado y ligeramente bochornoso, la lluvia apenas inquietó durante unos minutos a esos de las seis de la tarde y sólo el viento al final deslució un poco el ¿espectáculo? El juego no fue para tirar cohetes pero se vieron grandes puntos, muchas carreras, mucho sudor, muchas maldiciones y muchos rebozados por la pista. Al final, (casi) todos los participantes disfrutaron de una animada charla en el Jantoki bar, con cervezas, sangrías de verano, coca-colas e inexistentes Bio Solanes, demostrando que a esto de los maratones aún le queda mucha vida, aunque cada vez haya menos espacio para poner los trofeos.