sábado, 6 de junio de 2009

La culpa es del viento

En primer lugar hay que disculparse ante el lector habitual (¿?) por la falta de crónicas recientes. Podría echarme la culpa, por vago, por andar muy ocupado con otros asuntos o por no ganar los partidos, pero sería demasiado fácil. También podría echársela a otros escritores habituales, más vagos y más ocupados y que encima ganan, pero sería todavía más fácil. Así que se la echaremos al Gobierno que es lo más sencillo de todo. ¿A cuál? A cualquiera. ¿Por qué? Por cualquier motivo.
Dicho todo esto, destacaré que ésta es la primera crónica pseudoprofesional puesto que estoy recibiendo una contraprestación por escribirla, concretamente un mítico Ryalcao y una no menos mítica Coca-Cola.

Antes de empezar con la crónica propiamente dicha hay que poner al lector en antecedentes, mucho más interesantes de por sí que el propio partido. A las puertas del verano, con el calorcito, apetece ir más ligero de ropa a jugar: pantalones cortos o camisetas sin mangas. Pero Alberto es un hombre fiel a sus principios y no viste nunca pantalón corto. Esto entra en conflicto con Miki, que también es fiel a sus principios y no viste nunca pantalón largo. Por estas tonterías del vestir se sueltan puyitas y bromas variadas hasta ayer que la cosa pasó a mayores y plantearon una apuesta en función del resultado del partido: si Alberto ganaba, Miki tendría que llevar el pantalón largo más gordo que tuviese al próximo partido que ambos jugaran; y al revés si era Miki el ganador, obligando a Alberto a lucir sus canillas en un futuro encuentro.
Esta apuesta condicionó el partido: la perspectiva de ver a Alberto mostrando sus canillas (hecho completamente carente de erotismo, ni siquiera homoerotismo), provocó chanzas entre los jugadores, hasta el punto de que Alberto recibió un acertado mote que por suerte para él no está reflejado en ninguna camiseta: Canillejas. Miki por su parte se ganó un apodo original y sonoro, pero menos acertado que el anterior: Yagüele, haciendo un juego de palabras con su apellido.
Los otros dos jugadores, Jesús y Víctor, eran simples peones de una guerra que se iba a librar donde había en juego algo más que el honor: las canillas.

Próxima salida, casa de Alberto

Tras esta larga y absurda introducción toca hablar del partido. Se enfrentaban la Pareja Espartana, que llevaba bastante tiempo sin jugar juntos, y los dobles campeones del Maratón Padelaccio, la pareja brazaletera a falta de un nombre mejor. Partido de nivel, con jugadores de nivel, en una pista de nivel (la de metacrilato de la Hípica), con palas de nivel, con bolas de nivel y a 600 metros sobre el nivel del mar.

Con estos ingredientes uno podría pensar que se vería un gran partido. Pues no fue así, ya que el fuerte viento reinante se encargó de deslucir el espectáculo. Aun así los jugadores trataron de darlo todo, pero sus golpes maestros ejecutados que precisión quirúrgica se iban contra las cristalinas paredes por culpa de los caprichosos designios de las rachas de viento.
En estas circunstancias se planteó un partido jugado en la red, con golpes violentos con el viento en contra y sutiles golpes cortados con el viento a favor. Se rehuía el fondo de la pista, se corría menos y los puntos no eran muy largos. La Pareja Brazalete aguantó bien durante el primer set las embestidas espartanas y dejaron a estos que llevaran el peso de los puntos. El set fue bastante igualado, condicionado en parte por la falta de compenetración espartana tras tanto tiempo sin jugar. Cuando la maquinaria espartana empezó a carburar, los del brazalete sufrieron más con su saque hasta que con 5-5 lo perdieron definitivamente, llevando la manga al 7-5.

Los espartanos mantuvieron el nivel en el segundo set y se pusieron rápidamente con 5-2 y saque. Parecía que estaba todo hecho, pero entonces Víctor y Alberto tiraron de orgullo de brazalete, ese que lucen en exceso en sus brazos y que les acredita como dobles campeones del Maratón Padelaccio y forzaron hasta el 5-4. Ahí se acabó el orgullo de brazalete, la épica y el partido, porque los espartanos no quisieron alargar más el encuentro y lo finiquitaron con el 6-4 final. Brazaletes manchados por la indignidad de la derrota y canillas (canillejas) al descubierto. Cruel destino para una buena pareja que no jugó a la altura de su fama.

Como sobraba tiempo Alberto y Miki se pusieron juntos para disputar un set frente a Víctor y Jesús. El resultado es lo de menos, más que nada porque no lo recuerdo. De lo poco que me acuerdo es de la cara de desesperación de Miki cuando Alberto desiste de jugar un punto, jugada por cierto muy característica en él. Pongámonos en situación con una jugada-tipo: bola profunda y cortada desde la red, se trata de un golpe relativamente sencillo contra la pared que exige eso sí, cierto sacrificio agachándose con las piernas bien flexionadas; Alberto lo hace todo bien: arma el brazo desde atrás, de abajo a arriba para imprimir fuerza y altura, se agacha y corre a por la bola, pero a mitad de camino de todo (carrera, flexión y movimiento de brazo), lo deja: deja de correr, deja de flexionar, deja de armar el brazo; simplemente decide que no puede golpear esa bola, no se exige el mínimo sacrificio y es en ese momento cuando: a) a Miki se lo llevan los demonios y b) los rivales sencillamente se descojonan. Suerte para Alberto que en ese momento vergonzante no lucía el brazalete ya que actitudes como esas pueden ser motivo de renuncia al mismo.

Tras la derrota de Miki y Alberto el segundo pasó a jugar un set con Jesús. Nuevamente el resultado es lo de menos porque de nuevo no consigo recordarlo. De este set, jugado con incluso menos intensidad y más cachondeo que el anterior, recordaremos el golpe del "Mochilero sin cabeza" de Miki. El nombre es ridículo pero es que el golpe también lo es. Pongámonos otra vez en situación: remate sencillo en la red de Jesús que la golpea fuerte para traérsela a su campo, Miki lee la jugada y corre hacia la red esperando a la bola; llegado el momento que él cree crítico se da la vuelta para recibir la bola cuando repara que viene demasiado alta; como se ha girado, la pala se le queda atrás e intenta amagar un remate de espaldas sacando la pala desde la espalda, como si la tuviera en una mochila; el problema para él es que no repara en que tiene una cabeza sobre su cuello y ejecuta el movimiento de remate (o pseudorremate) como si la cabeza no estuviera allí, con la tremenda suerte para él de que sólo intenta seccionarse una oreja con su pala. Por supuesto el golpe es un tremendo desastre que se queda en la red, el impacto pala-oreja-cabeza resuena a hueco por toda la pista y le sigue un gritito de dolor y las risas del resto de jugadores.
La otra jugada destacada es un choque de palas Miki-Víctor por un valor superior a 300 leuros, con fatídicas consecuencias para la Anogel de Miki, que ha pasado de ser marca Dunlop y marca Uunlop, la misma que venden en el Rastro.

Finalizados los partidos y culpando al viento de todas nuestras desgracias, nos fuimos al bar a tomar los Bio-Solanes y Ryalcaos de turno, versando nuestras conversaciones de temas tan elevados como la crisis, el fútbol, el porno y David Carradine. Bueno, en realidad de la crisis no hablamos, pero es que quería dar la impresión de que somos algo más que una panda de impresentables sin ningún tipo de motivación intelectual.


FICHA

Pareja Espartana (Jesús (D) - Yagüele (I)) vencen a Brazaletes (Víctor (D) - Canillejas (I)) por 7-5/6-4.

Hípica de Alcalá, pista de metacrilato.

Tarde desagradable, sin mucho calor (veintipico grados) y con un viento asqueroso.

Man of the match: el viento, protagonista decisivo de demasiados puntos.

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